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Las epidemias en el mundo...

Fuera de nuestro México, las epidemias han resultado mucho más terribles y algunas de ellas son la causa del declive de algunas civilizaciones. En varias ocasiones, el surgimiento de estas epidemias se atribuía a maldiciones, pero con el paso del tiempo y el avance de la ciencia, se supo que los microorganismos, y no la intervención divina, eran los causantes de estos males; aunque muchas de las medidas adoptadas por los antiguos podían considerarse ingeniosos, pero completamente inútiles. A continuación, Kiosko presenta un breve relato de algunas de las epidemias más devastadoras e infortunadamente más famosas de la historia.

Una de las epidemias más antiguas de las que se tiene registro es la peste de Atenas, una calamidad que podemos considerar que contribuyó en gran parte a dar fin al llamado “Siglo de Oro” griego. Por ahí del siglo V a.C., Atenas estaba bajo el gobierno de Pericles. Aprovechándose del esplendor en el que vivía la acrópolis y el formidable poderío naval con el que contaba, Pericles se lanzó en una guerra épica contra Esparta: la Guerra del Peloponeso. Sin embargo, Pericles no contaba con el surgimiento de una epidemia devastadora que arrasaría con un buen número de atenienses, representando entre un cuarto y un tercio de la población. La epidemia surgió en el puerto del Pireo, lugar al que las naves espartanas llegaron a atacar. Por esa razón, los atenienses creían que los espartanos eran quienes habían ocasionado la catástrofe a través de envenenar los depósitos de agua. Según el historiador Tucídides, la epidemia acrecentó el descontento de la población, que no vio con buenos ojos las derrotas sufridas ante Esparta, y resultó en la destitución de Pericles en 430 a.C. Un año después, Pericles regresa al poder pero, después de que sus dos hijos legítimos y su hermana murieran víctimas de la peste, el mismo Pericles sucumbió ante la epidemia en otoño del 429 a.C.

Sin duda, la peor de todas las epidemias fue la Peste Negra. Se dice que esta catástrofe se inició cuando una docena de naves genovesas hicieron su arribo al puerto de Mesina, que traían especias y telas provenientes de Asia, y también marinos que presentaban una enfermedad extraña enfermedad que, según un cronista anónimo de Sicilia, “se pegaba hasta los huesos”. La peste no tardó en expandirse por toda Sicilia y propagarse desde Génova y Venecia por toda Italia, y luego por los puertos de Francia y España. El poeta y autor Giovanni Boccaccio relata en su Decamerón que “era tal el terror que se apoderaba del corazón de los hombres y mujeres por esta calamidad, que el hermano abandonaba al hermano, y el tío al sobrino, y, con mucha frecuencia, la esposa al marido. Peor aún y casi increíble era que padres y madres se negaban a ver y atender a sus hijos, como si no fuesen suyos.” De acuerdo con Philip Daileader, un estudioso de la historia medieval, los muertos por la Peste Negra oscilan entre 45% y 50% de la población total de Europa en un periodo de sólo 4 años, lo que se estima entre 75 y 200 millones de personas.

Por ahí del otoño de 1831 en Inglaterra se tomó la disposición de poner en cuarentena a cuanto barco proviniera primero de Rusia y, a partir de junio de 1832, del Báltico y Alemania. ¿La razón? El cólera, una enfermedad hasta entonces desconocida por los europeos, había llegado al continente desde la India. Aproximadamente unos 15 años antes había empezado en Asia un brote que no tardó en propagarse por China, Japón y Arabia, de ahí a Siria y luego al Mar Caspio. Para 1830, la plaga había llegado a Moscú y a San Petesburgo. Sin nada que lo detuviera, el cólera llegó a Finlandia y después a Polonia. Para el verano de 1831, el cólera ya azotaba Berlín, Hamburgo, Países Bajos, y lo que posteriormente se convertiría en el Imperio Austro-húngaro. Las medidas que habían adoptado los ingleses no evitaron el esparcimiento de la enfermedad por todo el país y por Irlanda. Para junio de 1832, el cólera ya había llegado a Estados Unidos y Canadá. Más brotes fueron dándose intermitente en distintas partes del mundo desde 1846 hasta 1923.

Poco antes de terminar la Primera Guerra Mundial, el general John J. Pershing estaba en una de las últimas campañas de los aliados: la batalla de Argonne, misma en la que Pershing ganó de manera contundente. ¿Podemos atribuir esta victoria a la gran capaidad militar de Pershing? Posiblemente, pero recibió ayuda de un poderoso brote de influenza que había contagiado a ambos bandos. Tras la gran guerra, miles de soldados contagiados regresaron a Estados Unidos y propagaron el virus por todo el país, siendo las personas entre 20 y 40 años las más afectadas por el virus. Para darnos una idea de la magnitud de esta fiebre, en Estados Unidos murieron unas 550 mil personas a causa de la gripe, cifra que representa diez veces más que los estadounidense caídos en la gran guerra. El virus dio la vuelta al mundo con rapidez y cobró la vida de 20 millones de personas.

Un recorrido completo por la historia de las grandes epidemias podría llevarnos muchos más bloques: el sudor ánglico de 1485, la llegada de la viruela a México en 1521, la peste londinense de 1665, la fiebre amarilla de Haití en 1794 y la peste norteamericana de principios del siglo XX son sólo más ejemplos de epidemias que han azotado nuestro planeta y han acabado con la vida de millones de personas. Sin embargo, el avance de la ciencia ha hecho posible que muchas de esas enfermedades ahora estén erradicadas en muchas partes del mundo, y que las nuevas que van surgiendo puedan ser controladas. La reflexión final es adoptar las medidas necesarias para no caer víctima de la influenza o cualquier otra epidemia y mantenerse informado, ya que la ignorancia fue un factor que contribuyó a que el número de muertos por las grandes epidemias del pasado aumentara.

Bibliografía.-
Aracil, E. et. al. (1990). Grandes Desastres. México: Reader's Digest México.

Imágenes tomadas de.-
Britannica.
Stowevintage.


Rubén Ibarra

Kiosko

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