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La ciudad de México y las epidemias...

Aviso importante: Debido a la alerta sanitaria por epidemia de influenza en México, Kiosko cancela sus emisiones del 28 de abril y del 5 de mayo. Sin embargo, y para cumplir con nuestro objetivo de entretenerte, hemos decidido publicar en estas dos fechas (y dentro del horario de salida de nuestra emisión): a) 2 artículos históricos y b) dos notas complementarias. Este esfuerzo es con el motivo de suplir momentáneamente a nuestra emisión. Del mismo modo, nuestro PodKiosko se publicará los miércoles 29 de abril y 6 de mayo con toda regularidad. Recuerda que los podcast puedes bajarlos de www.conceptoradial.com.

El día que me enteré de la emergencia sanitaria me puse a buscar de manera inmediata cualquier tipo de noticia relacionada. Con el paso de las horas la situación se volvía cada vez más alarmante, y sí, en efecto, a muchos nos sacó de onda el tener que vivir en medio de una emergencia por epidemia. Sin embargo, hace muchos años este tipo de emergencias eran de lo más normales. Nuestros antepasados vivieron todo tipo de alertas, y sí, ellos tenían en contra que no contaban con información tan cercana como con la que contamos nosotros hoy día.

La inundación de 1629.

La historia de las inundaciones en México ha sido añeja. Y es que pongamos las cartas sobre la mesa. ¿A quién se le iba a ocurrir construír templos enormes encima de pirámides también grandes que descansaban sobre un terreno nada estable? La respuesta es clara, a Hernán Cortés. Cortés, el conquistador español, sabía muy bien que el hecho de construír sobre la antigua Tenochtitlan era un tema que no debía de manejarse con ligereza. En efecto, era un asunto delicado que merecía toda su atención. Y es que sabía muy bien que el hecho de edificar sus templos sobre los de los aztecas, era un triunfo aún más aplastante de su causa; servía para dejar claro que los vencedores eran ellos. También significaba una señal clara a los pueblos tributarios del Imperio Azteca, un claro mensaje de que el nuevo gobernante era el gobierno de los españoles.

Cortés no era tonto, o por lo menos, eso fue lo que terminó pensando hasta su muerte en 1547. Y es que había quienes hablaban de edificar la ciudad en tierra firme; en sitios como Coyoacán, donde Cortés construyó de hecho su "amada villa". Otras voces hablaban de edificar la capital del nuevo reino en Tacuba o Texcoco. Con el tiempo muchos huirían a Puebla (haciendo que esta ciudad creciera en muchos sentidos). Y es que el reto de edificar la ciudad de México en la antigua Tenochtitlan no era fácil.

Cuando el ejército comandado por Cortés decidió contraatacar a la capital azteca, una de las estrategias más importantes del conquistador fue la de cortar una de las principales cosntrucciones del imperio bajo reinado de Nezahualcóyotl. En efecto, la destrucción de la famosa alabarrada de Nezahualcóyotl constituyó uno de las mejores estrategias del español para inhabilitar a Tenochtitlan. De hecho, aún con la memoria fresca de su derrota en la denominada noche triste, Cortés tenía clara la destrucción de los puentes que comunicaban al islote con tierra firme, así como de los canales de la ciudad para evitar que el agua limpia llegara a ella; de ese modo acabaría con la ciudad por dentro y su triunfo estaría casi asegurado.

Así es, otra de las 'armas' que lograron la caída de la otrora ciudad que maravilló a los españoles, fue el hecho de la inmensidad de epidemias que azotaron a la comunidad. Ahí digamos que fue totalmente la llegada de un virus importado de Europa para acabar con la poca resistencia que aún presentaba la ya extinta Tenochtitlan.

¿Y la inundación de 1629? ¿Por qué todos estos detalles?

Bueno, porque esto nos lleva a visualizar una ciudad de México que al fin se había establecido en el antiguo islote; a una ciudad de México que lidió con la poca estabilidad de su terreno; y sí, una ciudad de México que empezaba a lidiar con el problema de las lluvias. Y es que fue en 1629, prácticamente un siglo después de que Tenochtitlan cayó, que en el mes de julio empezó a vivirse una de las peores tormentas en su historia. Para ser exactos, fue en septiembre de 1629 cuando la ciudad se preparaba para vivir una de sus peores pesadillas.

El lago de Texcoco, así como la laguna de México, crecieron a niveles alarmantes. A las afueras del islote, el agua se acercaba peligrosamente hacia las calles. Los relatos de la época, revelan que toda la ciudad fue inundada, a excepción de una pequeña parte de Tlatelolco y otra de la plaza mayor (hoy Zócalo). De hecho, y como dato curioso, a esa pequeña isla que descansaba enfrente de lo que hoy es Palacio Nacional, se le denominó como la 'isla de los perros'. ¿Por qué? Bueno, porque en aquella 'isla' fueron a refugiarse muchos canes para salvarse de la inundación.

Las bajas fueron alarmantes en fuentes de la época. 30 mil indígenas murieron en la misma, mientras que 20 mil familias españolas huyeron de la ciudad. Las escenas diarias fueron apocalípticas, la gente corría a la ayuda de las autoridades eclesiásticas y civiles, además, hubo muchos que buscaron a la 'madre de México', a nuestra Virgen de Guadalupe. De hecho, en un suceso sin precedentes (y que de hecho recordaría a la ciudad los años de Tenochtitlan), se llevó a cabo una enorme procesión en canoas y trajineras, donde la imagen de la Guadalupana viajó del cerro del Tepeyac a la catedral de México.

Cinco años tuvieron que pasar para que la ciudad de México viviera una 'normalidad'. Y es que la situación fue tan difícil que a oídos de Felipe IV, monarca español, el problema ameritaba el abandonar la ciudad y fundarla de nuevo en tierra firme. ¿Qué sucedió? En un hecho inédito de los habitantes, además del virrey, se opusieron a la medida por causas económicas y por un hecho que recordaría a la decisión inicial de Cortés: "porque si la mudáis en otra parte, la fama de tan gran ciudad irrevocablemente se perderá".

El cólera morbus de 1833.

1833 fue el año, el mismo en el que se descubrió la primera enzima (diastasa), el mismo año en el que Samuel Morse presentó su telégrafo eléctrico, el mismo año en que la esclavitud se abolía de manera oficial en el Reino Unido y sus colonias. Ese año, 1833, también fue un año importante en México, un año de "Leyes de Reforma". De abril de 1833 a abril de 1834, surgieron diversos levantamientos que evitaron entonces que éstas leyes se aplicaran. Valentín Gómez Farías fue uno de los personajes que plasmó muchos de sus ideales. Hablaba del orden económico, de la educación pública, de la secularización de las misiones en California, y de los bienes y capitales de las misiones en Filipinas.

Sin embargo fue ahí que la situación fue complicada, ya que Gómez Farías se metía en un tema muy difícil: la secularización de las misiones en la República; la supresión de sacristías mayores; la prohibición del clero regular y secular al tratar asuntos políticos (aclaro, esto fue en 1833, no en 2009); la supresión de sacristías mayores; y sobre cómo los edificios jesuitas serían cedidos a los estados de la Federación. Las medidas eran buenas, sin embargo, en ese año la Iglesia Católica no veía con buenos ojos al reformista. Sin querer, un hecho terrible se pondría en contra de la medida que continuaría años más adelante Benito Juárez.

En 1833 el tiempo fue terriblemente caluroso, las aguas en ese año empezaron a estancarse debido a la situación de insalubridad en la ciudad de México y el país entero. Se contaminaron del mismo modo las frutas y verduras, producto de la suciedad del agua que había en ese momento. Fue en ese escenario que el llamado cólera morbus hacía su aparición terrible en una sociedad que no lo esperaba. El terror fue inminiente mientras el número de victimas se incrementaba de manera dramática.

Fue en medio de esa situación, que la Iglesia encontraba a un aliado importante. Ahora comenzaba la guerra sucia, la forma de aprovecharse del momento para salir ganando. La guerra contra la reforma comenzaba. "El castigo del cielo era evidente, aquel gobierno impío atraía sobre la República las calamidades supremas; clamaba así la Iglesia y la sociedad sufría". Mientras tanto, en la ciudad morían 19 000 personas; las calles lucían desiertas y silenciosas; las banderas amarillas, negras y blancas anunciaban la enfermedad; las boticas no se daban a vasto con la demanda de la gente; "los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos en cruz y derramando lágrimas..."

Sin embargo, los liberales no bajarían la guardia, para ellos estaba claro que el asunto de la cólera que regresaría en 1850 con menos poder, no era culpa de las reformas, y mucho menos, era un castigo divino por las decisiones que deseaban tomar. En las calles los remedios caseros invadieron a la población aterrada. Había fumigaciones, riegos de vinagre, parches para pegarse al cuerpo, veladoras en las puertas de las casas y hasta uno que otra cazuela solitaria de arroz.

Guillermo Prieto, de quien tomamos los estractos que les acabamos de platicar, vivió en carne propia los efectos de la terrible epidemia. Fue así que este hombre liberal sufrió también al ver a su hermano a punto de morir. La curiosidad es que de algún modo milagroso evitó este terrible final, hecho que hizo que hasta Prieto agradeciera a los cielos en un tiempo en el que no había televisón, radio, twitter o Concepto Radial.

Bibliografía.-
Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, México, Porrúa, 1985, p. 155.
Hernán Cortés, Cartas de relación, México, Porrúa, 1992, p. 196.
José María Marroquí, La ciudad de México, 3 vols., México, Jesús Medina editor, 196, tomo I, p. 22.
Richard Everett Boyer, La gran inundación. Vida y sociedad en la ciudad de México (1629-1638), México, SepSetentas, 1975, p.27.

Imágenes tomadas de.-
México Máxico.


Enrique Figueroa Anaya
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