Fue hace 203 años, en una aldea de la Sierra de Guelatao, un 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao. Fue ese sitio el que recibiría a uno de los personajes de nuestra historia. Polémico o no, en este lugar nació Benito Pablo Juárez García.
Sí, ya nos sabemos de memoria que quedó huérfano de chico, que estuvo a cargo de su tío Bernardino Juárez que le enseñaría los principios de la lectura. También es conocida esa escena en donde pastorea ovejas. Las monografías y libros de historia de texto gratuito nos han dado esa imagen de Juárez, el indio que a los 12 años emprendió el viaje a la ciudad de Oaxaca, a la capital del estado, para convertirse en presidente de la República.
Lo que distinguió a Juárez fue sin duda un hambre enorme por aprender, la decisión que tomó de transformar su realidad y enfrentar los obstáculos naturales de su condición indígena. Eran ya tiempos de un México independiente, pero no por ello, tiempos mejores para los de su raza.
Ingresa al Seminario de Santa Cruz, en 1828 entra al Instituto de Ciencias y Artes donde se gradúa como abogado en 1834. Al acabar estos estudios, Juárez ejerce una nueva vida en un despacho, además de convertirse en un profesor de física y secretario del Instituto donde se formó.
En 1831 comienza su carrera política, donde desempeña la regencia del Ayuntamiento de Oaxaca para ocupar dos años más tarde, la diputación local. En 1834 ocupa un cargo como magustrado en el Tribunal Superior de Justicia y en 1841 se le designa como juez de lo civil. En 1843 sucede algo sumanente curioso, sus nupcias con Margarita Maza, mujer de tez blanca que sucumbió ante Juárez que traía ya una ascendente carrera.
De las curiosidades de Juárez, podemos encontrar su etapa como gobernador de Oaxaca de 1847 a 1852, donde empezaba a formarse una serie de ideas liberales que lo marcarían, para entrar en una fuerte oposición a un hombre con una muy discutible trayectoria política, Antonio López de Santa Anna. De hecho, en 1853, el 'Seductor de la Patria', decidió aprehenderlo y expulsarlo del país. Juárez viviría en Cuba y después en Nueva Orleans para prepararse y regresar a poner su firma en la historia de nuestro país.
En 1855 Juárez vuelve a México, después de la victoria sobre Santa Anna, donde regresaría como ministro de Justicia e Instrucción Pública. En el exhilio hizo buna amistad con Melchor Ocamó, José María Mata y Ponciano Arriaga. Juan Álvarez, quien comenzaría el Plan de Ayutla en contra de Santa Anna, se haría de la presidencia de la República.
De Juárez quedan varios recuerdos, sin duda, las Leyes de Reforma como su gran legado (este año por cierto, ha sido declarado el año de las Leyes de Reforma), la Guerra de Reforma y la Guerra de Intervención. Quedan sus palabras inmaculadas, sus cartas desde el exhilio durante el Segundo Imperio Mexicano, su semblante duro y su amor por la ley. Pero también quedan oscuros momentos como aquél del Tratado McLane-Ocampo, momento que de haber progresado hubiera dado un giro en su memoria histórica. Quedan las anécdotas al conocer el cadáver de Maximiliano, la dureza de la ley con la que trató a sus enemigos políticos, y también por ahí queda su tiempo como dictador. Por cierto, Porfirio Díaz lo enfrentó por su reeleción.
Se puede hablar mucho de Juárez, pero qué mejor que leer sobre él y crearnos un criterio. Hay muchas interpretaciones, hay muchas historias y muchas anécdotas; y es que finalmente Juárez fue un hombre más, un ser humano con defectos y virtudes. Quizá lo que queda claro es que después de él, el país tomó un rumbo. Ya será cuestión de interpretaciones el de si éste fue positivo o negativo. Aunque después de Santa Anna, todo era positivo.
Para leer más:
http://biblio.colsan.edu.mx/recursos/archivos/BenitoJuarez06.pdf
Enrique Figueroa Anaya
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